No podemos resolver la crisis climática sin justicia ambiental.

Apoyamos el movimiento global Black Lives Matter que destaca el racismo sistémico e institucionalizado que ha resultado en asesinatos de personas negras como resultado de la brutalidad policial y la supresión del desarrollo económico y social de las comunidades negras en los Estados Unidos.

Como grupo de personas que luchamos por un mundo donde la naturaleza y los seres humanos prosperen, sabemos que la justicia ambiental y la justicia racial están inextricablemente unidas. Black Lives Matter tiene mucho que ver con el cambio climático.

He aquí por qué:

En cualquier crisis, los más pobres y vulnerables sufren los mayores impactos. Las políticas y prácticas racistas de larga data, como la segregación residencial, la desigualdad de oportunidades educativas y las limitadas perspectivas de progreso económico, han aumentado la vulnerabilidad de la población negra a los impactos del cambio climático y, por extensión, a otras crisis globales que puedan surgir.

Hemos visto cómo la pandemia de COVID-19 ha expuesto las profundas desigualdades en Estados Unidos, que han provocado tasas de mortalidad desproporcionadas entre la población negra/hispana y los nativos americanos . La exposición prolongada a la contaminación atmosférica se ha vinculado a un aumento de la tasa de mortalidad por COVID-19. Las personas negras están expuestas a un 56 % más de contaminación atmosférica de la que producen, mientras que las personas blancas experimentan aproximadamente un 17 % menos de contaminación atmosférica de la que producen. La pandemia mundial no ha hecho más que intensificar el racismo ambiental preexistente.

El racismo ambiental, término acuñado por el Dr. Benjamin Chavis, se refiere a las formas en que la segregación racial, las políticas discriminatorias de uso de la tierra y la aplicación desigual de las regulaciones exponen de manera desproporcionada a las personas de color a la contaminación por desechos y los efectos de la crisis climática.

Hasta que remediemos las injusticias ambientales rampantes en Estados Unidos, las personas de color seguirán sufriendo de forma desproporcionada. Si realmente queremos ser más resilientes ante los desastres ambientales, debemos centrarnos en las comunidades más afectadas. También debemos alzar la voz de las comunidades vulnerables, marginadas e históricamente desatendidas por los sistemas de nuestra sociedad. Solo un movimiento ambiental interseccional puede garantizar un cambio duradero.